COMO APRENDIZ DE ALFARERO
Así me siento yo tras la última clase de canto. Ya lo iba experimentando desde el inicio del curso pero se ha acentuado tras la clase del lunes. Ese es el símil: un estudiante de canto es como un aprendiz de alfarero. Un aprendiz que guiado por su maestro ha de comprender cómo convertir una masa informe de barro en un objeto artístico. Mi voz es- quisiera pensar que cada día menos- una masa informe, tosca y dura que es necesario moldear para que, en algún momento, pueda convertirse en materia dúctil para el arte. Un barro pesado y pegajoso que hay que aligerar y soltar y moldear. Un barro de cincuenta y tres años con mucha suciedad a cuestas. La clase del lunes fue un taller de alfarería de la voz. La respiración, ese mágico aliento de la voz, es lo que pone en marcha el torno de nuestro taller alfarero. Mi profesora - ¡qué paciencia la suya conmigo!- insiste en trabajar el fiato que no es otra cosa que la...